Los deportistas (sobre todo los de competencia), llegamos a un punto en el cual probablemente deberían darnos un diploma por nuestros conocimientos en anatomía debido a tantas veces que pasamos por una fisioterapia. Incluso, nos atrevemos de vez en cuando a autodiagnosticarnos cuando sentimos alguna molestia física.
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Llegamos a un conocimiento de nuestro cuerpo tan profundo, que sabemos identificar en muchas ocasiones qué lesión tenemos y a qué podría deberse. Sin embargo, muchas veces, este “conocimiento” hace que caigamos en el error de pensar que sabemos exactamente qué nos está pasando o que podemos tomar decisiones respecto a cómo recuperarnos.
En lo personal, y por suerte, he tenido relativamente pocas lesiones en mi vida deportiva, pero las suficientes como para diferenciar una contractura de una distensión o de un desgarro, o distinguir entre una inflamación o algo más grave. El problema aparece cuando pensamos que lo que tenemos es alguna de estas cosas, y finalmente nos equivocamos.
El año pasado, durante un entrenamiento, sentí una molestia en la ingle. Paré de entrenar ese día, pero como el dolor no era muy fuerte, pensando que no tenía nada grave, seguí entrenando los días siguientes casi con normalidad. A los pocos días me diagnosticaron primero un desgarro en el aductor, y luego pubalgia (una lesión MUY temida por su largo proceso de recuperación).
Varios médicos y fisioterapeutas se encargaron de mi recuperación, la cual se alcanzó bastante rápido considerando lo complicado del diagnóstico. Hubo momentos en los que me daban ganas de empezar a entrenar YA a pesar de no estar recuperada, y eso es algo que creo que nos pasa a todos los que entrenamos. Puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que la gran mayoría de los que toman esa decisión terminan más lesionados de lo que estaban. Tuve que obligarme, en contra de mis impulsos, a hacer caso a lo que me decían los especialistas y tomar las cosas con calma.
Es comprensible sentir impaciencia respecto al proceso de recuperación de una lesión. Es normal pasarse leyendo páginas web (algunas poco confiable) que informan sobre cómo recuperarse, o preguntarle a infinidad de médicos hasta escuchar lo que queremos escuchar (cuando ya dos o tres nos han dicho lo mismo). Pero la verdad, nada de esto es sano y termina por hacernos caer en la desesperación.
Lo cierto es que lo más importante a tener en cuenta en una recuperación es la PACIENCIA. Sin paciencia, no vamos a llegar más que a desesperarnos. Sobre todo en deportistas de competencia es difícil entender esto porque vivimos contra el tiempo, pero es importante considerar que será mayor el tiempo de recuperación si por desesperados no hacemos caso a las indicaciones del médico pues nos terminaremos haciendo más daño que al principio. Por experiencia propia, es mejor perder una semana de entrenamientos y recuperarse, que entrenar una semana con dolor y luego perder un mes.
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